La Fundación Rafael Campalans, del PSC organizó los días 28 y 29 de enero unas jornadas sobre la renovación del consenso lingüístico en Cataluña (puede consultarse el programa aquí). Asistí a la inauguración el viernes y a las dos primeras mesas. El sábado seguí por youtube la última mesa y la clausura (en el link anterior se encontrarán también los enlaces a los vídeos donde se recoge el contenido de las jornadas).
No dudo de la buena fe de los organizadores de este encuentro. En él hubo elementos interesantes; pero creo que debemos ser honestos y reconocer que más que unas jornadas para recuperar el consenso lingüístico en Cataluña eran más bien unas jornadas para la renovación del consenso catalanista. Lo explicó bien Jesús Rul en su intervención, que comparto un poco más abajo, cuando planteó que todo el acto no podía entenderse más que dentro del marco mental nacionalista y que, por tanto, no podía ser una base para buscar un auténtico consenso en la sociedad catalana.
Desde el principio nos dimos cuenta de que el eje no sería el consenso, sino el catalán. Ya en la intervención inicial de José Montilla quedó claro que de lo que se trataba era de ver cómo el catalán podría seguir siendo el eje de la sociedad catalana pese a la dificultad que planteaba la "judicialización" de la lengua en las escuelas. En la intervención de Montilla, por ejemplo, se insistió -en contra de la posición tremendista de otros sectores nacionalistas- en que el catalán gozaba de buena salud y se valoraron como positivas las cifras de personas que conocen el catalán y lo emplean, así como que cada vez más personas tuvieran el catalán como lengua inicial. En ese punto, significativamente, también se citó el dato de que eran menos las personas que tenían el castellano como lengua materna. No sé si deberíamos entender que ese también era un dato positivo. Dado el contexto, parece que así deberíamos considerarlo.
En las mesas que siguieron (hubo dos que no pude ver y no sé si en ellas me perdí algo que me pudiera hacer cambiar de opinión, me temo que no) no había representación de quienes discrepan directamente de los planteamientos nacionalistas; excepción hecha de la presencia de Fernando Sánchez Costa en la última mesa, donde defendió un planteamiento diferente, aunque sin poder eludir -me imagino que influido por el ambiente- un dato que no se corresponde en absoluto con la realidad: que en muchas escuelas catalanas ya se estaba aplicando el 25% de castellano. A esto se redujo la oposición a los planteamientos catalanistas en las mesas organizadas.
Es verdad que fuimos invitados algunos representantes de la "otra" Cataluña a estar entre el público. Así, Jesús Rul, quien pese a su reconocida competencia en temas escolares, habiendo sido director e inspector durante décadas y habiendo publicado varios libros sobre la materia, no tuvo papel en la mesa dedicada a la escuela, teniendo que limitarse a una pregunta -la que he compartido antes-, sin que, por tanto, se viera realmente reflejada la pluralidad de Cataluña en este tema. Otras personas que han estudiado el tema de la escuela en Cataluña como Jorge Calero o Álvaro Choi no estaban presentes, como tampoco asociaciones como Hablamos Español, Convivencia Cívica o Asociación por la Tolerancia.
Esto explica que los mantras clásicos del nacionalismo sobre el éxito del modelo de escuela catalana, la escuela como elemento de integración, etc. pudieran circular sin problemas. De hecho, había una clara coherencia en casi todos los mensajes. Intentaré explicarme.
Se partía -y no se discutía- en que la lengua escolar debía ser el catalán con carácter primordial, y que lo que había que hacer era tener sensibilidad hacia las lenguas que los niños traían de casa, incluido el castellano, claro. Se ponían ejemplos, por ejemplo, de cómo se podía, desde la lengua familiar, llevar al niño hasta el catalán; pero en ningún momento se planteó que lo que quieren muchos en Cataluña es que el español sea también esa lengua escolar que, junto con el catalán, sea percibida como lengua de encuentro y de referencia, dado el carácter oficial de ambas lenguas. Esta perspectiva estaba completamente ausente de los planteamientos de las mesas que pude seguir.
Esto conecta con otro elemento que me llamó la atención: la insistencia que se ponía en la actitud más que en las competencias. Parecía darse a entender que lo que se pretendía era que la escuela consiguiera inculcar una determinada actitud hacia el catalán (ya digo que el eje de las jornadas era el catalán, no otro, puede percibirse, incluso, en el hashtag usado por Illa para sus tweets sobre el evento "ParlemDelCatalà")
más que unas competencias que -se llegó a decir en algún momento- podían desalentar el uso del idioma. Creo que se entendía: lo fundamental era transmitir que la lengua de Cataluña era el catalán y que lo "normal" era utilizar siempre el catalán. El castellano no recibiría el tratamiento de una lengua extranjera (esta idea se repitió abundantemente); pero tampoco se explicó en qué se traduciría que el castellano no fuera considerado como una lengua más de las que se hablan en Cataluña y que, por tanto, merecía respeto y consideración.
En este buscar actitudes me apunté una frase que se dijo en la primera mesa y sobre la que me parece que deberíamos reflexionar: "Se ha de velar para que uso de la lengua catalana sea espontáneo".
En esta línea creo que no sorprenderá que el castellano estuviera ausente de las intervenciones. En la primera jornada no se usó hasta que yo tomé la palabra (pongo un poco más abajo el vídeo) y en la segunda solamente se lo oí a Fernando Sánchez Costa en una parte de su intervención. Por supuesto, que todo el mundo hable la lengua que quiere; pero deberíamos preguntarnos cómo es posible que en unas jornadas como éstas la lengua que se utiliza se aleje tanto de lo que es la utilización normal de las lenguas oficiales en Cataluña.
Como decía, yo también tuve oportunidad de formular una pregunta tras una mesa dedicada a temas jurídicos. En lo que se refiere al aspecto jurídico del tema, la posición generalizada durante todo lo que vi de las jornadas fue la de criticar la "judicialización" de la lengua en las escuelas y la reiteración de que no había un problema. En ningún momento se reflexionó sobre lo que implicaba que los tribunales hubieran declarado que durante décadas se habían vulnerado los derechos lingüísticos de los ciudadanos en las escuelas ni se hizo referencia a las campañas de acoso a quienes pedían el cumplimiento de la ley en materia escolar. Antoni Bayona, que era el único jurista que había en la mesa de juristas, se dedicó a intentar explicar que subterfugios se podían emplear para eludir la sentencia del 25% y sí que resultó interesante la intervención de Albert Branchadell, quien, pese a no ser jurista, hizo una intervención muy clara y precisa sobre el papel de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias en este asunto. En mi intervención me referí a ambas cuestiones.
En definitiva, las jornadas han supuesto un notable esfuerzo para reconstruir el consenso catalanista; pero no pueden ser calificadas como un verdadero intento de construir el consenso lingüístico. Iremos a donde se nos invite, aunque sea de público y para poder hacer una intervención de 3 minutos tras escuchar educadamente un debate sesgado y falto de rigor en muchos casos; pero no llamaremos a eso una auténtica búsqueda del consenso, porque no lo es.