Si algo me sorprende del apagón de Barcelona es el protagonismo que han asumido en la resolución de las crisis la Generalitat y el Ayuntamiento de la ciudad. Y me sorprende porque hace no mucho, cuando en mi pequeño pueblo sufrimos varios apagones seguidos me dirigí a mi Ayuntamiento y a la Generalitat y en ambas sedes mostraron su extrañeza por mi llamada. Más o menos me viniero a decir lo siguiente: "Bueno, el problema que plantea se enmarca en la relación que tiene usted con una compañía privada, Fecsa-Endesa, no es cuestión en la que deba entrar la Administración. Si acaso, si no le satisfacen las explicaciones de la compañía puede dirigir una queja al Departamento de consumo de la Generalitat".
Tal como indicaba en una entrada anterior de este blog, me armé de paciencia y le expliqué a quien me atendía en la Generalitat lo que era un servicio público, aunque estuviera gestionado por una empresa privada; pero ni por esas me hicieron caso. Acabaron admitiendo que sólo si estaban afectadas muchas personas se dignaría la Generalitat a molestar a los señores de Fecsa-Endesa. Unos meses después veo que sí, que efectivamente, que cuando están afectados unos cuantos miles de barceloneses se producen los movimientos que no fueron considerados necesarios cuando los afectados fueron unos centenares de ciudadanos en Santa Perpètua de Mogoda.
Lo que no entiendo es cómo la competencia de la Administración no existe si los afectados son 99 y sí existe cuando los afectados son 100 (o no existe cuando son 99.000 y sí existe cuando son 100.000, me da igual dónde se ponga el límite). O mejor dicho, sí lo entiendo: quienes nos gobiernan no ejercen las competencias que tienen en beneficio de todos, sino únicamente cuando las repercusiones mediáticas pueden tener transcendencia electoral. Evidentemente no puedo estar de acuerdo con el planteamiento, debiendo ser tarea de todos nosotros exigir en todo momento y circunstancia que la Administración actúe con intensidad y contundencia en la defensa de los intereses de los ciudadanos, en este caso de los consumidores. No es tolerable el que solamente se alce la voz cuando la faena es de campanillas, como la que nos está afectando estos días.
Pero es que, además, esta inactividad de las administraciones contribuye a que se den situaciones como ésta. Las compañías eléctricas saben que nada les pasará en caso de que dejen a un barrio o dos sin electricidad durante unas horas. Algunas míseras indeminizaciones y unas cuantas llamadas de protesta. En estas condiciones es más lógico aguantar el chaparrón de los usuarios cuando cae la línea que adoptar medidas para evitar que caiga. Lo que sucede es que cuando se juega con fuego te puedes acabar quemando. Si la actuación de las administraciones fuera contundente con los "pequeños" incidentes que se suceden casi a diario en nuestros pueblos (cortes, averías, subidas o bajadas de tensión) quizá se hicieran las mejoras necesarias para que no sucedieran desastres como el que afecta a Barcelona estos días. En el cuidado de lo pequeño está el germen de la salud de lo grande.
Tal como indicaba en una entrada anterior de este blog, me armé de paciencia y le expliqué a quien me atendía en la Generalitat lo que era un servicio público, aunque estuviera gestionado por una empresa privada; pero ni por esas me hicieron caso. Acabaron admitiendo que sólo si estaban afectadas muchas personas se dignaría la Generalitat a molestar a los señores de Fecsa-Endesa. Unos meses después veo que sí, que efectivamente, que cuando están afectados unos cuantos miles de barceloneses se producen los movimientos que no fueron considerados necesarios cuando los afectados fueron unos centenares de ciudadanos en Santa Perpètua de Mogoda.
Lo que no entiendo es cómo la competencia de la Administración no existe si los afectados son 99 y sí existe cuando los afectados son 100 (o no existe cuando son 99.000 y sí existe cuando son 100.000, me da igual dónde se ponga el límite). O mejor dicho, sí lo entiendo: quienes nos gobiernan no ejercen las competencias que tienen en beneficio de todos, sino únicamente cuando las repercusiones mediáticas pueden tener transcendencia electoral. Evidentemente no puedo estar de acuerdo con el planteamiento, debiendo ser tarea de todos nosotros exigir en todo momento y circunstancia que la Administración actúe con intensidad y contundencia en la defensa de los intereses de los ciudadanos, en este caso de los consumidores. No es tolerable el que solamente se alce la voz cuando la faena es de campanillas, como la que nos está afectando estos días.
Pero es que, además, esta inactividad de las administraciones contribuye a que se den situaciones como ésta. Las compañías eléctricas saben que nada les pasará en caso de que dejen a un barrio o dos sin electricidad durante unas horas. Algunas míseras indeminizaciones y unas cuantas llamadas de protesta. En estas condiciones es más lógico aguantar el chaparrón de los usuarios cuando cae la línea que adoptar medidas para evitar que caiga. Lo que sucede es que cuando se juega con fuego te puedes acabar quemando. Si la actuación de las administraciones fuera contundente con los "pequeños" incidentes que se suceden casi a diario en nuestros pueblos (cortes, averías, subidas o bajadas de tensión) quizá se hicieran las mejoras necesarias para que no sucedieran desastres como el que afecta a Barcelona estos días. En el cuidado de lo pequeño está el germen de la salud de lo grande.