Estos días estoy leyendo "La elegancia del erizo". En el libro nos encontramos con dos narradoras: una es la portera de una finca elegante en París, la otra es una niña de doce años que vive en uno de los apartamentos (de cuatrocientos metros cuadrados) de dicha finca. La niña es hija de un político importante que, incluso, había sido ministro. Ayer me llamaba la atención la siguiente frase, puesta en la boca (o en la pluma) de la niña narradora: "En mi colegio (público, eso sí, al fin y al cabo mi padre ha sido ministro de la República)"... (p. 213 de la edición que manejo: M. Barbery, La elegancia del erizo, Barcelona, Seix Barral, 2010; trad. de I. González-Gallarza de L'élégance du hérisson, Gallimard, 2007).
¿Por qué me ha llamado la atención esa frase? Porque denota que en Francia se asume con naturalidad, como una evidencia, que quien asume cargos de responsabilidad en "la República", ha de mandar a sus hijos a un colegio público. Pareciera que fuera contradictorio que quien dirige los asuntos públicos recurra a la educación privada. Supongo que esta misma reflexión podría trasladarse también a la sanidad. Y me parece una reflexión muy lógica ¿confiaríamos en el dueño de un restaurante que prefiere comer en el de la competencia? ¿imaginaríamos que el Presidente de Mercedes Benz prefiriera viajar en un Audi?
Aquí en España toleramos, sin embargo, que nuestros políticos, incluso los de izquierda (en la novela de Barbery los padres de la narradora son socialistas) manden a sus hijos a colegios privados; mostrando, además, un desconocimiento flagrante de la realidad de la enseñanza pública (todavía recuerdo a Montilla diciendo en una entrevista que la introducción de la sexta hora pretendía conseguir que la enseñanza pública alcanzara el mismo nivel que la privada ¿era consciente Montilla de que, en general, la calidad de la enseñanza pública está todavía por encima de la calidad de la enseñanza privada?. Y digo lo de todavía porque, en mi experiencia, los últimos años hemos vivido un deterioro de la calidad de la enseñanza pública que puede convertir en verdad la previsión del President: igualar la enseñanza pública con la privada; pero no por arriba, sino por abajo).
¿Por qué no seremos franceses?
¿Por qué me ha llamado la atención esa frase? Porque denota que en Francia se asume con naturalidad, como una evidencia, que quien asume cargos de responsabilidad en "la República", ha de mandar a sus hijos a un colegio público. Pareciera que fuera contradictorio que quien dirige los asuntos públicos recurra a la educación privada. Supongo que esta misma reflexión podría trasladarse también a la sanidad. Y me parece una reflexión muy lógica ¿confiaríamos en el dueño de un restaurante que prefiere comer en el de la competencia? ¿imaginaríamos que el Presidente de Mercedes Benz prefiriera viajar en un Audi?
Aquí en España toleramos, sin embargo, que nuestros políticos, incluso los de izquierda (en la novela de Barbery los padres de la narradora son socialistas) manden a sus hijos a colegios privados; mostrando, además, un desconocimiento flagrante de la realidad de la enseñanza pública (todavía recuerdo a Montilla diciendo en una entrevista que la introducción de la sexta hora pretendía conseguir que la enseñanza pública alcanzara el mismo nivel que la privada ¿era consciente Montilla de que, en general, la calidad de la enseñanza pública está todavía por encima de la calidad de la enseñanza privada?. Y digo lo de todavía porque, en mi experiencia, los últimos años hemos vivido un deterioro de la calidad de la enseñanza pública que puede convertir en verdad la previsión del President: igualar la enseñanza pública con la privada; pero no por arriba, sino por abajo).
¿Por qué no seremos franceses?