Me ha dejado un tanto preocupado la entrevista a Mercedes Cabrera (ex-ministra de Educación) que se publica en La Vanguardia de hoy, 12 de octubre. En dicha entrevista se le pregunta a la Sra. Cabrera si los alumnos son más indisciplinados ahora que hace años, a lo que contesta que de eso se quejan los profesores, pero que éstos deberían hacer un esfuerzo por contactar con unos alumnos que se aburren. Y añade que si un médico del siglo XIX entrara en un hospital del siglo XXI no reconocería nada; pero que si un profesor del mismo siglo entrara hoy en un aula encontraría que es todo igual.
Creo que no se puede decir más con menos palabras. Y el caso es que no puedo estar en más desacuerdo. Es cierto que mi experiencia con la educación es más bien limitada, pues se reduce a mi contacto personal con las aulas; primero en una escuela "unitaria"; esto es, una escuela rural en la que convivíamos en la misma aula niños de entre cuatro y catorce años (1971-1977); luego en un "macrocolegio" de más de mil alumnos (1977-1981); posteriormente en un instituto (1981-1985) y, finalmente, en la masificada Universidad de los años 80 (1985-1990). A ello habría que añadir mi propia experiencia como docente universitario (desde 1990 hasta la actualidad) y el contacto que desde hace unos años vuelvo a tener con la escuela a través de mi hija y de mis sobrinos.
Y a partir de mi experiencia me sorprende la afirmación de la Sra. Cabrera, pues cuando entré hace unos años en la clase de mi hija en P3 me quedé tremendamente sorprendido, precisamente porque era muy diferente de las aulas que yo recordaba de hace treinta y tantos años (no estoy hablando del siglo XIX). Como muestra acompaño unas fotos del colegio de mi hija, no vaya a ser que fuera yo el obnubilado y esté en lo cierto Mercedes Cabrera:
Afirma también en la entrevista que los profesores deberían hacer un esfuerzo para conectar con unos alumnos que se aburren. Bueno, si fuera cierto que se aburren resultaría que sí que encontraríamos un claro punto de acuerdo con la Sra. Cabrera en lo que se refiere a que no ha cambiado nada en el sistema educativo desde hace más de cien años, porque, precisamente, el que los niños se aburran en la escuela es lo normal. El tradicional aburrimiento de las clases es un tópico que podría remontarse a la Grecia clásica e, incluso, antes. La escuela es un lugar donde se supone que se va a aprender, a trabajar, a esforzarse, y muchas de las cosas que se tienen que aprender no muestran su utilidad hasta muchos años después de concluir los estudios, por lo que el aburrimiento es, en cierta forma, consustancial a la enseñanza.
Pero el caso es que aquí tampoco acierta la Sra. Cabrera, porque lo que yo compruebo asombrado un día sí y otro también es ¡que los niños se lo pasan bien en clase! ¡Se divierten! Mi propia hija estaba casi desesperada a finales de agosto, con ganas de que empezara el colegio. Yo entiendo que tanta diversión no es buena, pero, en fin, eso sería tema de otro post, aquí me basta con destacar que no coincido, a partir de mi experiencia, con el análisis que hace la Sra. Cabrera.
Esta falta de adecuación entre lo que yo sé de la escuela y lo que leo en la entrevista es lo que me preocupa, porque, una de dos, o la Sra. Cabrera o yo no tenemos ni idea de cómo son las clases actualmente. Y, claro, teniendo en cuenta que ella fue Ministra del ramo...
Para acabar, me pregunto si son tan diferentes los hospitales del XIX y los actuales. Un quirófano es siempre un quirófano y el bisturí es un bisturí ahora y hace cien años. El material de los puntos de sutura varía, los monitores cambian y las técnicas mejoran; pero si un médico del XIX aterrizara de repente en un quirófano actual donde se está extirpando un apéndice podría, seguramente, concluir la operación si el cirujano que está operando se desmaya por la impresión que le produce la aparición del fantasma de su colega. Si un maestro del XIX cayera en una clase actual ¿podría siquiera hacer callar a los alumnos?