Maduro ha criticado que Felipe González
haya asumido participar en la defensa de dos líderes opositores venezolanos. En
el marco de esta crítica ha dicho algo que resulta bastante significativo: “González
se ha incorporado abiertamente a apoyar el golpe contra Venezuela, el golpe
contra mí”. Parece ser que para Maduro Venezuela es él. Quien le ataca es a
Venezuela a quien ataca. Esta confusión entre el país y el líder no es nueva,
pero cada vez que aparece ha de ser señalada porque es signo inequívoco de que
una democracia ha dejado ya de serlo.
Se destaca menos de lo que debiera que no
basta votar para que podamos considerar que un país es una democracia. Se vota
y se ha votado en dictaduras de todo pelaje. Sin otros elementos, tan
esenciales para un sistema democrático como el voto, la organización política
de un Estado en el que se acuda periódicamente a las urnas no dejará de ser una
dictadura o un régimen autoritario.
Las libertades de pensamiento, opinión,
expresión y manifestación son tan esenciales al Estado de Derecho como el voto.
Sin ellas no estamos ante una democracia. De la misma forma, la neutralidad de
las administraciones es un elemento consustancial a todo sistema democrático.
Cuando esto se olvida y los poderes públicos son puestos al servicio de
opciones partidistas se ha quebrado ya la columna vertebral del Estado de
Derecho. Esta falta de neutralidad de la administración irá probablemente
seguida de la confusión entre instituciones y partidos y, finalmente, por la
pretensión de que la nación se encarna en el movimiento, partido o líder del partido.
La apropiación de las instituciones no forma parte
de las reglas del juego, sino que supone la ruptura de tales reglas y por tanto
debe ser denunciada. En Venezuela y también aquí.
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