La bajada de los salarios es un tema que
debería preocuparnos. Hace un par de meses sabíamos que la mitad de los
trabajadores españoles, unos ocho millones, cobran menos de mil euros al mes.
Es decir, entre todos ellos acumulan unos ingresos que no llegan a los cien mil
millones de euros anuales. Dado que el PIB español es de más de un billón de
euros las cifras anteriores implican que lo que recibe más de la mitad de los
asalariados por su trabajo no llega siquiera al 10% del PIB.
La devaluación de los salarios durante
los últimos lustros, tanto en términos relativos (respecto al PIB) como
absolutos, es una evidencia. Basta con reparar en que hace diez años el
“mileurismo” era algo a superar, mientras que ahora es una situación que sería
deseable alcanzar (más de un 13% de los trabajadores cobran menos de 800 euros
al mes). La disminución de los salarios afecta también a la recaudación fiscal,
ya que ésta descansa en gran medida sobre la tributación de las rentas del trabajo.
Nos encontramos ante un problema –la
disminución de la participación de los salarios en el PIB- que no es coyuntural
ni limitado a España. Así, un reciente informe del Deutsche Bank alerta de que
la automatización conduce a que los trabajadores sean cada vez menos necesarios,
lo que implica aumento del desempleo y disminución de los salarios.
Estamos ante un cambio transcendente de
la economía y la sociedad. Advertirlo es tarea de los políticos que, a la vez,
han de ofrecer soluciones ante esta situación. Si los partidos tradicionales no
abordan el problema, no diagnostican con acierto y se abstienen de realizar
propuestas escudándose en vagas afirmaciones macroeconómicas no será extraño
que los denominados populismos y las propuestas milenaristas, como es el
secesionismo, crezcan.
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