La campaña electoral que acaba de
concluir será para mí, y supongo que para muchos catalanes, la campaña en la
que las esteladas comenzaron a desaparecer de los espacios que son de todos. Es
cierto que hoy es muy probable que la mayoría, si no todas, hayan vuelto a los
lugares que ocupaban; pero el paso que se ha dado es significativo.
La Junta Electoral Central ordenó la
retirada de las esteladas durante la campaña para las municipales. La orden no
va más allá del fin del período de elecciones, ya que es el único en el que la
administración electoral ejerce sus funciones. No era posible, por tanto, que
la Junta impusiera una retirada definitiva de las banderas. Ahora bien, los
argumentos utilizados para justificar la orden no pierden su valor con la
celebración de las elecciones. La Junta Electoral mantiene que las esteladas
son un símbolo partidista y que, por tanto, su exhibición por parte de las
administraciones no es compatible con el principio de neutralidad de los
poderes públicos. Además, su utilización en ayuntamientos u otros edificios no
puede justificarse como una manifestación de la libertad de expresión ya que la
libertad ideológica y de expresión es un derecho de los ciudadanos, no de las
administraciones.
Nos encontramos ante un triunfo del
Estado de Derecho. Incluso los independentistas deberían alegrarse de que se
reconozca un principio que nos beneficia a todos: el de que las
administraciones han de velar por el interés general y no pueden ser apropiadas
por una parte de la sociedad. Para quienes veíamos que la democracia había sido
secuestrada en Cataluña es un rayo de esperanza.
Ahora queda que los tribunales de
justicia confirmen la retirada para que nuestros espacios públicos se libren
definitivamente de un símbolo partidista que no debería estar ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario