Acoso (16 de mayo de 2015)

“En las calles de Cataluña no se percibe ningún conflicto lingüístico”. Esta es una de las tópicas afirmaciones sobre las que se asentaba el Oasis catalán. La idea era que en Cataluña todo el mundo asumía con naturalidad la coexistencia del catalán y del castellano, coexistencia que se basaba en el uso extendido del español –sobre todo en el área metropolitana de Barcelona- y la preeminencia oficial del catalán, tanto en la administración como en la escuela. La necesidad de proteger el catalán, maltratado en España desde los Decretos de Nueva Planta hasta la dictadura de Franco, justificaba esta protección que tenía como buque insignia la inmersión escolar, definida como “un modelo de éxito que garantiza la cohesión social”.
Evidentemente, no son más que tonterías. Ha bastado que los tribunales establezcan que el castellano no puede ser tratado como una lengua extranjera en el sistema educativo y que, por tanto, al menos una materia, aparte de la lengua castellana, ha de impartirse en español, para que la verdadera naturaleza del “Oasis” salga a la luz.
Esa modélica convivencia –ahora lo sabemos- descansaba tan solo en la tolerancia absoluta de quienes aún no compartiendo el ideal nacionalista, preferían amoldarse a un sistema que les venía dado. La más mínima alteración del proyecto nacionalista (que una de cada cuatro horas de enseñanza no universitaria tenga que impartirse en castellano) ha provocado una reacción exacerbada.
Las imágenes que nos llegan de Mataró dan idea del alcance del conflicto latente que ha salido a la luz. Ante la necesidad de dar cumplimiento a las decisiones judiciales se organiza una manifestación ante el colegio que no parece tener más propósito que intimidar a las familias que han tenido la osadía de pedir el cumplimiento de la ley.
Si esto no es acoso se le parece.


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