Mis obsesiones son la política social y la política educativa. Estoy convencido de que para la sociedad vaya bien es preciso en primer lugar, crear riqueza, y eso, hoy en día, pasa por que la educación y la formación sean de altísima calidad, lo que sienta las bases de una economía basada en la innovación y el desarrollo. En segundo lugar, es preciso que esta riqueza ofrezca garantías a los ciudadanos de que sus necesidades básicas van a estar cubiertas; y aquí hago especial hincapié en la política sanitaria; entre otras cosas, porque creo que es mucho más fácil conseguir una sanidad pública de calidad que una sanidad privada de calidad (tema que, por sí solo, daría para otro post).
Y aquí es donde viene mi preocupación. Cuando hace unos años el PSC, ERC e IC llegaron al poder en Cataluña pensé que se abría una época en la que se avanzaría en estas políticas que considero prioritarias. Mi lectura de la situación entonces era la de que se habían dedicado muchos esfuerzos a construir una identidad nacional con el objetivo puesto, a medio o largo plazo, en la independencia de Cataluña. Con el cambio de gobierno esperaba que las políticas sociales, educativas y de innovación se potenciaran.
Transcurridos ya los años suficientes como para que se pueda hacer balance mi experiencia (mi experiencia, no he consultado las grandes cifras ni los sesudos informes que puedan existir, hablo de mi experiencia personal, que no sé si será o no compartida) es la de que estamos abandonando algunos logros que se habían conseguido. La introducción de la sexta hora ha hecho que la escuela profundice su función de guardería, y paralelamente a la introducción de esta sexta hora se ha reducido el esfuerzo que se dedicaba a aulas de acogida, refuerzos y especialidades; esto es, en lugar de hacer que en la escuela se enseñe más avanzamos hacia una escuela en la que los niños están más tiempo para aprender menos.
En sanidad observo con preocupación esta misma marcha del cangrejo. Algunos de los controles que hacían los pediatras han sido transferidos a los enfermeros; algunas de las vacunas se las tienen que pagar las familias; y no tengo la percepción de que haya mejorado el tema de las listas de espera.
En la Universidad se notó una mejoría en el primer año del gobierno de Maragall. En aquel momento inicial tuve la percepción de que se habían aumentado los recursos dedicados a la enseñanza superior (nada espectacular, pero, como digo, me preocupa mucho la identificación de las tendencias). Ahora, sin embargo, en el momento en el que hay que poner en marcha el proceso de Bolonia se dice que tendrá que hacerse a coste cero; que es lo mismo que decirle a los servicios de mantenimiento del Ayuntamiento de Barcelona que, a coste cero y sin dejar de atender sus tareas habituales, han de construir una nueva ronda para la ciudad.
En fin, que a día de hoy mi expectativa ya no es que mejoren la sanidad, la educación y la investigación; sino, simplemente, que se mantengan. Y esto no es muy esperanzador que digamos.