Hace muchos años, en África, una jirafa joven, casi una niña jirafa, mordisqueaba hojas de los árboles junto con las compañeras jirafas de su manada. La Jirafa encontró unos árboles muy sabrosos y se entretuvo en probar todas y cada una de sus hojas. Cuando se dio cuenta la manada ya no estaba. Se había quedado sola en medio de la sabana.
La Jirafa se asustó mucho, porque en la sabana una jirafa sola es presa fácil para los leones o los leopardos. Se puso a llorar pensando que no llegaría a ver la luz del día siguiente.
Sin saber qué hacer se metió más adentro del bosquecillo en el que estaba por ver si veía a alguien que la pudiera ayudar. Al poco vio en lo alto de una rama un pájaro grande y negro.
- Pájaro hermoso, pájaro hermoso - dijo la Jirafa - ¿podrías ayudarme?
- ¿Qué es lo que te pasa? - preguntó el Pájaro.
La Jirafa se lo explicó entre sollozos, cuando hubo concluido el Pájaro le preguntó:
- Y yo ¿cómo puedo ayudarte?
- Puedes volar alto y desde allí verás dónde están mis amigas jirafas. Así sabré hacia dónde ir.
- Es cierto - dijo el Pájaro- pero ¿por qué habría de ayudarte? ¿qué me darías a cambio?
- No tengo nada, soy una pobre jirafa perdida, casi una niña jirafa que no tiene nada - reconoció la Jirafa.
- Pues entonces, búscate la vida en otra parte - dijo el Pájaro- yo no te ayudaré.
La Jirafa se fue muy triste. Estaba oscureciendo y temblaba al pensar que tendría que pasar la noche sola.
Un poco más adentro del bosque vio a una serpiente que estaba enroscada en un tronco. Al ver cómo lloraba la Serpiente le preguntó:
- ¿Qué te pasa, Jirafa?
- Me he perdido - dijo la Jirafa - No encuentro a mi manada y si no puedo estar con ellos cuando caiga la noche los leones me atacarán y me comerán. Estoy muy asustada.
- ¡Pobre Jirafa! - dijo la Serpiente- ¿puedo ayudarte en algo?
La Jirafa dejó de llorar al ver la buena disposición de la Serpiente; pero negó con la cabeza.
- No se me ocurre qué podrías hacer. No vuelas ni eres capaz de subir rauda a lo alto de una colina para ver dónde están mis amigas; y no sé qué otra cosa podrías hacer para ayudarme.
- Tienes razón, amiga - reconoció la Serpiente - no veo forma en que podría ayudarte. Es una lástima.
Al oír aquello la Jirafa suspiró.
- Tú que me quieres ayudar, no puedes; y el Pájaro, que podría, no quiere. No tengo suerte.
- ¿Qué pájaro? - preguntó la Serpiente.
La Jirafa le explicó su encuentro con el Pájaro y cómo éste no había querido ayudarla.
- Pues quizás pueda ayudarte - dijo la Serpiente.
- ¿Ah sí? - se extrañó la Jirafa - ¿cómo?
La Serpiente se acercó a la Jirafa y le explicó lo que se le había ocurrido. Entonces ambas se dirigieron hacia dónde estaba el Pájaro, la Serpiente delante y la Jirafa un poco más atrás.
La Serpiente se acercó sigilosamente al Pájaro, que estaba limpiándose con mucho cuidado las plumas, y aprovechando su distracción se lanzó sobre él y comenzó a estrangularlo.
- ¡Socorro, socorro! gritaba el pájaro con la voz que le dejaba el abrazo de la Serpiente.
- ¿Qué te pasa? - preguntó la Jirafa que había hecho entonces acto de presencia.
- Esta serpiente me ahoga, ayúdame - suplicaba el Pájaro.
- Veo que ahora necesitas mi ayuda - dijo la Jirafa - pero ¿por qué habría de ayudarte?
- Volaré y localizaré a tus amigas; pero, por favor, quítame esta serpiente de encima.
La Jirafa asintió y lanzó sus patas hacia la Serpiente como si fuera a pisotearla, pero con cuidado para no darle. La Serpiente hizo como que se asustaba y se escondió entre unas hierbas.
- Gracias - dijo el Pájaro- ahora cumpliré con mi parte del trato.
Y salió volando hacia el cielo que ya estaba pasando del azul al negro. A los pocos minutos descendió suavemente sobre la rama.
- He visto a tus amigas. Están hacia allí - y con la mano señaló hacia el Oeste.
- ¡Muchas gracias! - dijo la Jirafa mientras se lanzaba al galope en la dirección que le había indicado el Pájaro.
Casi a la salida del bosque la esperaba la Serpiente.
- Tu idea ha funcionado a la perfección, muchas gracias Serpiente.
- Me alegro de que ahora puedas reunirte con tus amigos; pero ahora el Pájaro llamará a sus amigos e intentarán acabar conmigo.
- Siento que esto te cause problemas, amiga.
- ¿Te podría pedir un favor? - preguntó la Serpiente.
- Claro, me has salvado la vida.
- ¿Podría acompañarte? Ahora has visto que podemos formar un buen equipo.
- ¡Desde luego! ¡Sube a mi grupa!
Y la Serpiente subió a la grupa de la Jirafa, se enroscó en su cuello sin apretar y la Jirafa se lanzó al galope. Antes de que fuera completamente de noche encontró su manada. La Serpiente no se separó de ella y entre ambas salvaron de muchos peligros a las jirafas. Al cabo de unos pocos años la Jirafa era la jefa de la manada y la Serpiente siempre estaba con ella. Su leyenda se extendió por toda la sabana y las abuelas todavía hoy cuentan a sus nietos las historias de las dos amigas: la Jirafa y la Serpiente.