El cuento de ayer para Amanda...
Era una princesa que vivía en un castillo. Allí tenía amigos y sus papás la querían mucho. Se divertía y era muy buena.
¿Qué fue lo que pasó? Un día, al despertarse llamó como siempre a su mamá y no contestó nadie. Se levantó y se sorprendió de que no hubiera ningún ruido, como si nadie habitara el castillo. Recorrió las habitaciones sin encontrar ni a sus papás ni a sus amigos ni a los criados ni a los caballeros del castillo. Además todo estaba sucio y viejo, lleno de telarañas y polvo.
El castillo parecía abandonado, sin presencia humana y comenzó a asustarse. Entonces se le ocurrió ir a la biblioteca, porque en la biblioteca están los libros y los libros te ayudan a aprender y la princesa ya sabía leer.
La biblioteca estaba también llena de polvo. Vio que en la mesa central había un libro abierto. Se acercó, era un diario.
Un diario es un libro en blanco en el que las personas escriben lo que les ha pasado durante el día. Aquel libro era el de su padre, el rey.
Abrió el libro y buscó la fecha en la que estaban ¡ya estaba escrita! ¿qué es lo que ponía?
El rey había escrito lo siguiente: "nuestra princesa no se despierta, duerme profundamente, como un angelito. Debe de estar muy cansada, la dejaremos dormir todo el día".
Pasó la página: "Hoy tampoco se despierta nuestra princesa, estamos preocupados, pero no parece que le pase nada, sonríe y da vueltas en su camita, pero siempre dormida".
Pasó varias páginas: "Los mejores médicos del reino no saben qué es lo que le pasa a la princesita. Duerme desde hace meses y no sabemos qué hacer".
Pasó más páginas: "Veinte años lleva durmiendo la princesa. Cada día esperamos que sea el que despierte, pero siempre muere nuestra esperanza. No crece, no envejece, está como el día que se durmió hace tantos años, pero nosotros ya somos ancianos."
Muchas más páginas: "Hace cuarenta años que se durmió nuestra princesita y no ha vuelto a despertar, pronto moriremos..."
Y ahí se acababa el diario. Pobre princesita. Había dormido muchos años, sus padres, los criados, sus amigos, los caballeros habían muerto y ahora estaba sola. Lloraba sobre el diario de su padre, muerto hacía tantos años.
Seguía llorando cuando un ruido le hizo levantar la cabeza. Ante ella estaba un hombre muy anciano y muy delgado, con una barba blanca muy pero que muy larga y un sombrero alto y puntiagudo sobre la cabeza.
- No llores más pequeña.
- Tú ¿quién eres? - dijo la niña restregándose las lágrimas con el antebrazo.
- Soy un mago. Tu padre me buscó hace muchos años, cuando supo que moriría antes de que tu despertaras. Buscaba a alguien que pudiera cuidarte cuando llegara el momento en el que dejaras tu sueño y solamente los magos podemos vivir tantos años. Entonces me comprometí a que seguiría en el castillo hasta que despertaras y que cuidaría de ti.
- Entonces ¿mis padres están muertos?
- Hace muchísimos años que murieron tus padres y tus amigos. Has estado durmiendo muchos, muchos, muchos años.
La niña volvía a llorar ahora muy quedamente, metiendo la cabeza en el pecho.
- No llores niña.
- Aunque tú me cuides yo quiero a mis papás.
- Lo sé; pero hay algo que podemos hacer.
- ¿Qué?
- Llevo muchos años esperando que despiertes, y en todos estos años he leído varias veces todos estos libros - y diciendo esto con su mano hizo un gesto que abarcaba toda la biblioteca- he estudiado y aprendido mucho, he averiguado muchas cosas y ahora sé por qué te quedaste dormida todos estos años.
- ¿Por qué?
- La tarde del día en el que te quedaste dormida una bruja disfrazada de ancianita se te acercó y te rozó con su dedo. Con ese roce te transmitió un malefició, el que te ha hecho dormir todos estos años.
- Y esa bruja ahora ¿dónde está?
- Se murió hace muchos años. Pero no solamente he averiguado eso, también he aprendido otra cosa.
- ¿Cuál?
- Te puedo hacer volver atrás en el tiempo, a esa tarde en que ocurrió el encantamiento.
- ¿Puedes hacer eso?
- Sí, te puedo hacer regresar a ese momento. Lo que tienes que hacer cuando vuelvas es decirle a tus padres que no dejen que en todo el día se te acerque ninguna anciana y que si se acerca alguna que la detengan los guardias. ¿Lo harás?
La niña asintió con fuerza. Entonces el mago le dijo que cerrara los ojos y con su mano rozó la cabeza de la princesita.
Cuando la princesita abrió los ojos el palacio estaba como lo recordaba, lleno de vida y trajín. Todo estaba nuevo y los criados se movían de un lado a otro.
Rápidamente fue a donde estaban sus padres. Allí estaban como ella los recordaba. Se alegraba mucho de verlos y estaba emocionada, pero se acordaba de lo que le había dicho el mago, así que sin perder tiempo se dirigió a ellos.
- Princesita ¿qué tal estás?
- Muy bien, pero tengo que deciros una cosa, y tenéis que hacer lo que os diga.
Sus padres la miraron sonrientes y extrañados.
- Hoy no puede acercárseme ninguna anciana, y si alguna pretende venir a mi lado los guardias deben detenerla.
- Pero ¿por qué habrían de detenerla? - preguntó el rey.
- Porque es una bruja. No te lo puedo contar todo todavía papá, pero confía en mí, por favor, es muy importante.
El rey se lo pensó un momento, pero finalmente hizo una señal y llamó a los guardias.
- Hoy no os podéis separar de la princesa -les dijo- y si alguna anciana se le acerca, detenedla.
La princesa salió a jugar. Cerca de ella estaban los guardias atentos, pero la dejaban hacer sin quitar ojo a quiénes se movían por el jardín en el que estaba la princesa.
A media tarde, efectivamente, apareció una anciana de rostro angelical que parecía querer acercarse a la princesa. Los guardias rápidamente fueron hacia ella y la prendieron. Al hacerlo el rostro angelical de la anciana se transformó en una horrible mueca y todos se dieron cuenta de que era una bruja.
La encerraron en una mazmorra y el rey y la reina vinieron corriendo.
- ¿Cómo supiste que pasaría esto? - preguntó la reina.
Entonces la niña lo explicó todo. Sus padres no salían de su asombro y al acabar la historia la abrazaron emocionados.
Los reyes intentaron encontrar a aquel mago misterioso, pero nunca dieron con él y todos pudieron vivir felices el resto de sus días, gracias al mago y a que la princesa supo cumplir el encargo que el mago le había hecho.
Y cuento contado, cuento acabado.