Llevamos días debatiendo sobre si en las
próximas elecciones autonómicas han de contarse los votos o los escaños. Mas ha
declarado que lo que contará para determinar la victoria son los escaños
obtenidos (y no los votos) y no se ha tardado en recordarle la incoherencia de
su planteamiento con el propósito de que esas elecciones tengan carácter
plebiscitario.
Sin embargo, Mas tiene razón. En las
elecciones autonómicas se designa el Parlamento de una Comunidad Autónoma y,
por tanto, para determinar qué partido gana hemos de contar cuántos escaños
obtiene. Ahora bien, esa determinación –la de quién vence en las elecciones- no
tiene consecuencias más allá de que será dicho partido quien asuma la tarea de
buscar las mayorías precisas para formar gobierno; pero ni siquiera este
encargo tiene una base legal, sino que se fundamenta en la lógica y la
costumbre.
Y ahí se acaba el tema. Pretender extraer
de dicho dato (la victoria en las elecciones autonómicas) cualquier otra consecuencia
carece de fundamento. Entrar a debatir las declaraciones de Mas es ir asentando
la idea de que dichas elecciones (celébrense cuando se celebren) tendrán un
sentido que transciende lo establecido en la Constitución y el Estatuto de
Autonomía. De lo que se trata es de configurar un Parlamento Autonómico con las
competencias que tiene de acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico. Nada más
(y nada menos).
Si se pretendiera a partir del resultado
de las elecciones realizar actuaciones que exceden dicho marco competencial
(una declaración de independencia, por ejemplo) ya sería tarea del Tribunal
Constitucional (tal como ha apuntado el Presidente del Gobierno) y del propio
Gobierno junto con el Senado hacer respetar el Estado de Derecho.
Las cosas son más sencillas de lo que a
veces parece: cumplir la ley, hacerla cumplir y sancionar a quien la incumple.
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