Desde hace unos años en Cataluña algunos han descubierto el derecho a decidir, ese sintagma nominal gramaticalmente incorrecto si no se le añade un complemento y confuso hasta la tergiversación. Es cierto que cumple las funciones para las que se inventó: evitar emplear la expresión derecho a la autodeterminación, y trasladar a quien se oponga a tal derecho la carga de argumentar por qué está en contra de que la gente decida (lo que a veces se hace pasar por estar en contra de que la gente vote, lo que también es distinto); pero esto no convierte ese pretendido derecho a decidir en verdadero ni evita que se enfrente a ciertos límites infranqueables. No se puede tener derecho a decidir sobre lo que es imposible físicamente (no tengo derecho a decidir si alzo el vuelo agitando los brazos o no), carezco del derecho moral a decidir si uno de los términos de la decisión es éticamente reprobable (no se tiene derecho a decidir si se mata o no a quien se ha colado en la fila del cine) y tampoco se reconoce un derecho (legal) a decidir si uno de los términos de la decisión está prohibido jurídicamente (no se goza del derecho a decidir si se pagan o no los impuestos).
Así y con todo, pese a lo que algunos nos quieren hacer creer, tenemos muchas oportunidades de decidir en el ámbito político. Ciudadanos como somos en una democracia, integrada además en la Unión Europea disponemos de múltiples posibilidades para ejercer el derecho a decidir sobre los asuntos públicos; otra cosa es que aprovechemos ese derecho o que lo utilicemos responsablemente.
El próximo domingo los españoles elegiremos a nuestros representantes en el Parlamento Europeo. Además por primera vez esa elección condicionará la del Presidente de la Comisión. En definitiva, lo que votemos determinará cosas como en qué forma actuará la Troika, cómo se llevaran a cabo los rescates bancarios o los de los países con dificultades para colocar su deuda, si se avanza en la protección de los consumidores, se aumentan los programas de ayudas para el empleo o qué decisiones se adoptarán en materia energética. Las elecciones europeas son las elecciones más importantes en las que puede participar un ciudadano español y no podemos dejarlas pasar pensando que es irrelevante lo que en ellas se decida. Ninguna elección tendrá tanto impacto en nuestras vidas como la elección del domingo que viene. Que se lo digan a Grecia o a Portugal, o que nos lo digan a nosotros, los españoles, que llevamos cuatro años viviendo a expensas de lo que decide la Comisión sobre nuestro cumplimiento o incumplimiento del objetivo de déficit.
Las elecciones tienen también una importancia fundamental para los catalanes que va más allá de la que tiene para todos los europeos. Desde hace dos años vivimos en Cataluña un proceso sin precedentes en el que se ha pasado de reclamar que Cataluña sea un nuevo Estado en Europa a plantear que no sería ningún desastre que un hipotético Estado catalán quedara fuera de la UE. En estos momentos nos jugamos realmente la continuidad en la UE. Algunos de los partidos que se presentan a las elecciones europeas en realidad lo que plantean es que las del domingo sean las últimas europeas en las que podamos participar los catalanes. Es responsabilidad de todos acudir a las urnas el domingo y ser conscientes de que la opción elegida no resultará irrelevante para la continuidad de Cataluña en España y en la UE.
Ser ciudadano no implica solamente gozar de derechos, sino asumir obligaciones. En una democracia nadie puede excusarse plenamente de la marcha de los asuntos públicos. En mayor o menor medida todos somos responsables de lo que sucede, y el ejercicio del voto es uno de los actos más relevantes en los que podemos poner en práctica ese derecho, esa obligación en realidad, de participar en el gobierno de la sociedad. Votemos el domingo y hagámoslo de una forma responsable.
El domingo tenemos el derecho y la obligación de decidir.
De decidir en primer lugar si somos ciudadanos, comprometidos con los asuntos públicos, o meros súbditos que se someten a lo que decidan otros.
En segundo término hemos de decidir qué Europa queremos; si aspiramos a una Europa más integrada o no; si queremos una Europa más comprometida en lo social u otra en la que se primer la libertad de los operadores económicos; una Europa comprometida en la unión fiscal y bancaria o una Europa que no avance en la integración financiera.
En tercer lugar hemos de decidir si queremos una Cataluña que corra el riesgo de verse excluida de la Unión Europea o, por el contrario, una Cataluña plenamente comprometida con el proyecto español y europeo.
Esto es lo que decidimos el domingo. El 25 de mayo ejerceremos verdaderamente nuestro derecho a decidir, el que reconocen los Estados democráticos y de Derecho, aquel que integra a los ciudadanos en el ejercicio responsable del poder.
Ese derecho a decidir sí que lo suscribo; ese sí que reclamo ejercerlo y pido que todos lo ejerzamos.
1 comentario:
Una vez más, completo acuerdo con su opinión. Un saludo afectuoso desde las islas Canarias.
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