Creo que existirá acuerdo sobre lo extraordinario de la candidatura de Valls a la alcaldía de Barcelona, al menos en el sentido de fuera de lo común. No creo que haya muchos casos -si alguno existe- de antiguos primeros ministros en un país europeo que aspiran a concurrir a la alcaldía de una gran ciudad en otro país europeo.
Mi primera impresión es que esta candidatura muestra que la integración europea está más avanzada de lo que en ocasiones pensamos. Durante siglos las naciones europeas construyeron muros que las aislaban y las relaciones entre ellas se basaban en un escrupuloso respeto a los asuntos internos de cada una de ellas. Si esta regla no era atendida las consecuencias podían ser incluso la guerra. Los ciudadanos ordinarios estaban vinculados a un señor y éste a un rey y los cambios en estos vínculos eran raros cuando no traumáticos y casi siempre definitivos. Nada de esto tiene relación con lo que vivimos ahora. Valls se presentará a la alcaldía de Barcelona, pero como francés barcelonés. Se implicará en la política española, pero sin renunciar a su condición de ciudadano francés; en definitiva, sin renunciar a ningún elemento de su identidad compleja, europea; una identidad que hace compatible el haber nacido en un país europeo, mantenerse vinculado a su ciudad de nacimiento y, a la vez haberse integrado en otro país europeo y desarrollar en el mismo una trayectoria política sin tener que renunciar a las relaciones especiales que mantiene con su país de origen. En este sentido, la candidatura de Valls es un ejemplo de hace donde ha de caminar una Europa en la que nuestros valores comunes han de ser la base de una identidad compartida alejada de esencialimos que no sean la defensa de los principios y valores democráticos, y alejada también de localismos que nos limitan; una Europa en la que la que la configuración política todavía no hace justicia a la cada vez más densa red de relaciones humanas, económicas y jurídicas entre los ciudadanos de diferentes países. Una red que crece pese a un escepticismo que atiende más a los detalles que a las transformaciones profundas en las sociedades.
En este sentido Valls puede presentarse como un candidato a la alcaldía con experiencia al más alto nivel; pero que, además, ha sido ya alcalde en Francia; y, por tanto, no puede decirse que desconozca la política municipal. Nunca ha perdido el contacto con Barcelona, así que no podrá reprochársele que llega a una ciudad que le es desconocida; y tiene tiempo suficiente como para empaparse de los vericuetos de una política municipal compleja como es la de Barcelona.
Pero existe otra dimensión: ser alcalde de Barcelona, al igual que serlo de Madrid, París, Roma, Hamburgo , Lyon o cualquier otra gran ciudad europea obliga a tener un pie en la política municipal y otro en la política general. El alcalde de cualquiera de estas ciudades es una figura que resulta referente para múltiples cuestiones, y ha de gestionar las relativamente limitadas competencias de una autoridad local, incluso en una ciudad como Barcelona, con la reclamación constante de posicionamientos sobre temas que a todos afectan.
Esto será un desafío para Valls, pero, a la vez, una prueba magnífica de integración. Estará obligado Valls, en su doble condición de barcelonés y francés, de ofrecer respuestas y planteamientos que puedan ser comprendidos tanto en España como en Francia. Estará obligado a desarrollar una perspectiva europea que conecte tanto con lo local como con planteamientos más generales. Creo que será a base de casos como el de Valls que profundizaremos en la construcción europea.
El segundo pensamiento es que Valls es una extraordinaria posibilidad para devolver a Barcelona todo lo que ha perdido en los últimos años. Barcelona es algo más que el conjunto de calles y edificios que la componen. Barcelona es también una referencia mundialmente conocida, un símbolo y un lugar que muchos quieren visitar, y no solo para pasar unos días de turismo, sino también para hacer negocios, para aprender, para vivir su espíritu y, a la vez, conectarse con todos aquellos a los que acoge de tantos lugares diferentes. Soy profesor de universidad en Barcelona, y cada año me encuentro con alumnos de lugares diversos que han venido aquí buscando una experiencia que les enriquezca. Por supuesto que ellos buscan también universidades que reúnan ciertos requisitos; pero en el mundo hay decenas de centros de estudios que se encuentran en los rankings internacionales en posiciones parecidas a la UAB, la UB o la UPF. El hecho de que estas universidades se ubiquen en Barcelona les añade una ventaja que las convierte en especialmente atractivas. Barcelona es conocida por el fútbol, por supuesto; pero también por el arte, por la historia, por haber sido la capital mundial de la edición en castellano, por ser una especie de segunda capital de España y hacer de puente entre la Península Ibérica y el resto de Europa.
Todo esto se ha puesto en riesgo. El proceso secesionista no ha sido fundamentalmente una cuestión de Barcelona, donde el independentismo no ha conseguido ser mayoritario; pero indudablemente se ha visto profundamente afectada por un proceso que amenazaba con romper España y crear por la vía de hecho una especia de "República Popular de Donetsk" entre España y Francia. El despropósito de intentar derogar la Constitución en Cataluña y abrir un conflicto de consecuencias imprevisibles ha afectado también a Barcelona. Así, por ejemplo, durante el último año en el ranking de reputación de las ciudades, Barcelona pasó del puesto 8 mundial al 15. Es una muestra de la encrucijada en que se encuentra la ciudad. En estos momentos se debate, tal como ha planteado el propio Valls, entre ser la capital de la República Catalana o potenciar su condición de gran ciudad catalana, española y europea. Es un camino que ha de tomar y en el que serán sus ciudadanos quienes optarán: o bien por sumarla sin reservas al proceso neocarlista de los nacionalistas catalanes o por recuperar el carácter cosmopolita que siempre la ha caracterizado. La opción entre Valls y un candidato nacionalista visibilizará esa encrucijada cuya resolución será tan relevante durante décadas.
Si los barceloneses eligen a Valls colocarán al frente de su ciudad a un político con experiencia internacional, un político que ha desarrollado su carrera hasta ahora en otro país de la UE pero que lo reúne todo para ser un político plenamente europeo, un político que facilitaría enormemente la proyección internacional de la ciudad, especialmente en relación a Francia, con quien ya tenemos tantos vínculos consolidados; un político que, lo ha dejado claro, no hará concesiones a los nacionalistas y cuya lealtad a los valores constitucionales no dejará lugar a dudas. Un político que no tolerará que las administraciones sean utilizadas al margen de los principios democráticos ya que bebe en la clarísima tradición republicana francesa.
Y esto nos conecta con el último aspecto que ha de ser considerado. Se trata de unas elecciones municipales; pero el tema principal de estos comicios volverá a ser el proceso. No es un secreto que las administraciones locales son clave en el proceso secesionista, y que Barcelona en particular es de una especial relevancia. Dada la transcendencia de este tema (no hay otro de mayor relevancia ahora mismo en España, créanme) la posición que se adopte respecto al separatismo será crucial para que los electores se formen opinión. Es claro que los barceloneses nacionalistas votarán a partidos comprometidos con la secesión y dividirán su voto en función de los matices que encuentren entre ellos. Lo mismo sucederá entre aquellos electores que se opongan a la secesión. No creo que nadie que la rechace pueda votar a partidos o candidatos que se muestren partidarios o contemporizadores con los nacionalistas; pero entre los partidos constitucionalistas ¿qué votar?
Obviamente, tras esta división esencial entre nacionalistas y constitucionalistas, habrá motivaciones vinculadas estrictamente a la política municipal; pero antes de llegar a ellas todavía habrá que dilucidar otra cuestión ¿se considerará que el golpe de estado del año pasado fue un error de los nacionalistas que ha de ser perdonado y olvidado lo antes posible o, por el contrario, se pondrá el acento en la exigencia de que los nacionalistas ajusten su comportamiento a los principios constitucionales?
En mi criterio, el fracaso en la secesión unilateral de la que fuimos testigos hace un año no agota el problema planteado por los nacionalistas. La vulneración de los derechos fundamentales por parte de la Generalitat y de las administraciones locales continúa y en tanto no se recupere plenamente la vigencia del Estado de Derecho en Cataluña no tiene sentido pasar página en relación a los hechos de septiembre y octubre pasado. Más allá de lo que pueda hacer la justicia, desde una perspectiva política no está justificado un acercamiento hacia quienes hacen expreso que seguirán incumpliendo la ley y quebrando los derechos de los catalanes.
Y aquí no es común la posición de todos los partidos constitucionalistas. Es obvio que el PSC ha optado por no incidir en estas cuestiones y, al contrario, incluso negar que estas vulneraciones de derechos se estén produciendo realmente. Esto explica que vaya a rechazar cualquier vinculación con la plataforma de Valls; una propuesta que se justifica especialmente por la situación de excepcionalidad democrática (por emplear términos de los propios nacionalistas) que vivimos. Una propuesta como la de Valls pondría el acento en que en estos momentos delicados es preciso olvidar ciertas diferencias porque un desafío más grave y profundo nos enfrenta. No se trata solo de política municipal; si así fuera yo no estaría escribiendo esto; si lo hago es porque me preocupa profundamente el resultado de las elecciones municipales del año 2019 porque este resultado condicionará la actuación de quienes desde hace años quieren derogar la Constitución en Cataluña.
Me gustaría que la campaña de las municipales del próximo año fuera ocasión para cuestionar la actuación de tantos municipios que se han sumado a la rebelión secesionista y que dañan los derechos de sus ciudadanos. Que en Barcelona se articulara una plataforma constitucionalista que con el liderazgo de Valls asumiera como primer objetivo el respeto a la ley, a la neutralidad institucional y a los derechos de los ciudadanos sería una buena noticia; pero dudo que los socialistas quieran participar en una propuesta como ésta para así no cerrar las posibilidades a un pacto con quienes vulneran esos derechos. Veremos, incluso, qué posición adoptan tras las elecciones.
Como siempre en democracia, al final serán los electores los que decidan qué camino seguiremos. Espero que uno que nos llene de esperanza y no otro que nos continúa encerrando en una pretendida república que nos separe del resto de España y de la Unión Europea.
Valls puede ser un activo fundamental para recuperar el camino de la Barcelona abierta que tantos queremos.
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