domingo, 6 de enero de 2013

Consulta ¿para qué?

El día 5 de enero Jordi Pedret colgaba en su muro de facebook un artículo publicado en El País por Javier Pérez Royo sobre la tan traída y llevada consulta en Cataluña. Al hilo de esa publicación comentaba yo en el muro de Jordi que me parecía que la consulta tendría que hacerse cuanto antes y que lo único que cabía preguntar era sobre si los catalanes querían que Catalunya fuera un Estado independiente o no. Insistía en ello porque me parece que de forma indebida se mezcla esta consulta con la reforma de la estructura del Estado español, cuestión que de ninguna forma puede confundirse con la pretensión de que Cataluña sea independiente y, mucho menos, puede ser resuelta por medio de un referendum que se desarrolle únicamente en Catalunya.
Me parece necesario aclarar esto porque ya he oído en más de un sitio que la mencionada consulta tendría que ofrecer al ciudadano una serie de posibilidades para ver cuál es la que prefieren los catalanes (independencia, mayor autonomía, federación, etc.); planteamiento que a mi me parece un completo disparate. Me explico. En caso de que Catalunya fuese un Estado independiente lógicamente podría estructurarse como le diera en gana y lo mismo sucedería con España (reducida a su territorio actual, excluida Catalunya). Las decisiones que tomaran los catalanes una vez conseguida la independencia no afectarían a los españoles ni las de los españoles a los catalanes; o la afectación sería en cualquier caso la que se produce entre Estados soberanos y regida por las normas y principios del Derecho internacional público. En este escenario, lógicamente, cada una de las partes decide con plena autonomía la forma en que se organiza como Estado.
En el supuesto, sin embargo, de que se plantee cualquier cosa que no sea la independencia es evidente que la decisión que se tome afectará a toda España, por lo que solamente puede ser abordada por el conjunto de los españoles, no decidida de forma unilateral por una parte de ellos. Los catalanes han de optar, por tanto, primero entre seguir en España o salirse de ella. En caso de que decidan salirse y ser un Estado independiente su organización como Estado les compete únicamente a ellos; ahora bien, si Catalunya sigue siendo una parte de España las relaciones entre ese territorio y el conjunto de la Nación (en términos jurídicos) no puede ser modificada más que por acuerdo entre todos los españoles. Me parece que es bastante claro. Quizás ha sido la práctica política de CiU (que ha contaminado a casi todos los partidos catalanes) la que ha podido conducir al equívoco de pensar que puede decidirse desde Catalunya algo distinto a separarse o no de España sin contar con lo que piensen en el resto de los españoles. Y digo que puede haber sido esta política porque en las últimas décadas CiU ha basado su estrategia en jugar a estar dentro y fuera a la vez, a amagar con la independencia y reclamar más competencias, a apoyar al gobierno de Madrid teniendo en cuenta únicamente los intereses de quien gobernaba en Catalunya; y este juego repetido ha conducido quizás a la impresión de que es posible no ser españoles siéndolo, o mejor dicho, a ser españoles solamente en la medida que nos convenga. Quizás sea esta la explicación, pero en cualquier caso está claro que carece de lógica constitucional y casi diría de cualquier lógica.



El planteamiento, sin embargo, no carece de consecuencias tanto en el corto como en el largo plazo. Este planteamiento de "relación a la carta" conduce a que la independencia sea planteada como algo dúctil, interpretable, carente de consecuencias irreversibles. Me sorprendía el otro día un compañero, profesor de Derecho constitucional, preguntándose qué era la independencia y manteniendo que se trataba de un concepto de límites difusos. Pero ¡qué desatino es este! La independencia, desde la perspectiva del Derecho internacional público (y del Derecho constitucional) es un concepto clarísimo. O se es un Estado más en el concierto de las naciones o no se es. Existen, es cierto, supuestos grises, como el caso de Puerto Rico, que es un Estado libre asociado a Estados Unidos; pero tales casos no son posibles más que con el acuerdo de ambos Estados implicados, por lo que no pueden ser decididos de forma unilateral; al igual que los casos de protectorados o la especial situación en la que se encuentra Palestina en estos momentos. En todos estos supuestos nos encontramos en una situación intermedia entre lo internacional y lo interno que puede hacernos dudar sobre la definición de su estatus; pero, en cualquier caso, son casos en los que no existe una plena independencia por lo que la duda sobre qué es ser independiente no existe. Ser independiente implica ser un Estado soberano, un sujeto de pleno Derecho de la comunidad internacional y que no depende de ningún otro Estado, aunque puede, precisamente por ser un sujeto de Derecho internacional, formar parte de organizaciones internacionales y ratificar tratados.
Esta indefinición, sin embargo, no creo que sea gratuita. Más bien pienso que es esencial para los propósitos de quienes impulsan el movimiento secesionista en el que Cataluña se encuentra inmersa desde hace algo más de dos años. Una de las claves en el discurso independentista es la transmisión de la idea de que la separación de España no ha de suponer grandes cambios ni en la vida ni en las estructuras ni en la organización de la administración y de la sociedad. Más bien se plantea como un paso lógico en la progresiva asunción de competencias. El resultado de este planteamiento es que no existe una idea clara de lo que supone la independencia y, por tanto, es dudoso que quienes se manifiestan a favor de ella realmente quieran tal independencia. Pondré algunos ejemplos.
Elemento clave en el debate de los últimos meses ha sido la cuestión de si la Catalunya independiente sería miembro de la UE sin necesidad de negociar su incorporación. Desde las filas secesionistas se han lanzado argumentos de lo más peregrino para intentar convencer que Catalunya seguiría siendo miembro de la UE tras la separación de España sin ningún tipo de problema -cosa completamente falsa, por otra parte; pero no es el tema que me ocupa ahora-; siendo esta cuestión a lo que parece un elemento clave para que se opte o no por la independencia.
Carece de lógica que la cuestión de la independencia dependa o no de la pertenencia a una organización internacional. La UE puede seguir o desaparecer, transformarse o dejar de ser un club al que es interesante pertenecer, pero la existencia de Catalunya como sujeto de Derecho internacional no estará condicionada por los avatares de la UE o de cualquier otra organización internacional. Las organizaciones internacionales pasan o se transforman, pero los Estados permanecen. Los Estados y no las organizaciones internacionales son los elementos básicos de la comunidad internacional, y por tanto si se quiere ser independiente ha de ser sin que tal voluntad dependa de la pertenencia o no a la UE, porque la independencia tiene una transcendencia mucho mayor que la integración en una organización internacional. La independencia implica que los miembros de una comunidad deciden que se bastan para organizarse y defenderse en ese mundo semi-salvaje que es la comunidad internacional; que no necesitan a nadie más para estructurar su economía, su sociedad y su ejército (sí, su ejército, volveré sobre ello más tarde) y que si precisan buscar alianzas para satisfacer sus intereses desean ser soberanos para buscarlas con quien mejor les convenga. Eso es lo que quiere decir ser un Estado independiente y esto tiene mucha más importancia que pertenecer o no a la UE.
No creo que sea este el planteamiento de muchos de los que se declaran independentistas, y que recurren machaconamente como único argumento al injusto trato fiscal que recibe Catalunya. Bueno, tal vez sea cierto que Catalunya debiera tener un índice mayor de inversión estatal y más dinero para la gestión de sus competencias; pero ¿justifica el ahorro que pueda derivarse de la no contribución a la Hacienda española la independencia? ¿Cuánto costará el ejército catalán? Ya sé que se dice que Cataluña no tendría ejército; pero ¿existen ejemplos de países de verdad (no miniestados como el Vaticano, San Marino o Mónaco) que no tengan ejército? ¿Hay algún país en Europa con más de siete millones de habitantes que no tenga ejército? ¿No tendrá Cataluña marina para vigilar sus extensas costas? ¿No dispondrá de una Fuerza Aérea que vigile su territorio? ¿Carecerá de una fuerza militar mínima que le permita ser socio de los países con los que se quiere relacionar y que contribuyen con frecuencia en operaciones militares de interés conjunto? ¿Admitirán esos otros países un socio que no contribuye al esfuerzo de defensa común? Si somos realistas habrá que coincidir en que Cataluña tendría que tener un ejército ajustado a su tamaño, y que el coste de un ejército no bajará de los dos o tres mil millones de euros anuales (un 1% del PIB de Cataluña, una proporción modesta para los estándares europeos y teniendo en cuenta la dificultad de aprovechar economías de escala por el relativamente reducido tamaño de Catalunya en comparación con los Estados europeos más grandes). Cataluña independiente necesitará, además, un servicio exterior. ¿Cuánto cuesta colocar una embajada en, pongamos, la quinta parte de los Estados del mundo? ¿Cuánto un consulado en las cien mayores ciudades del planeta? ¿Cuánto organizar el Ministerio de Asuntos Exteriores y los servicios secretos? (¡Ah! que Catalunya no tendrá servicio secreto, permítanme que sonría). ¿Cuánto costará completar a los Mossos d'Esquadra para que puedan convertirse en la única policía en Catalunya asumiendo las tareas que ahora todavía realizan la Policía Nacional y la Guardia Civil? Probablemente la factura vaya subiendo y nos encontremos con que ser un Estado independiente se lleva una parte significativa del déficit fiscal que se calcula recuperar con la independencia. Por otra parte, en caso de que Catalunya fuera admitida en la UE ¿con cuánto tendría que contribuir a las arcas comunes? La renta per cápita de Catalunya está por encima de la media de la UE, así que podas dudas caben de que tendría que ser contribuyente neto en el presupuesto europeo.
Así pues, si el argumento es el económico tiene poca base para sustentarse; ahora bien, eso no quiere decir que se tenga que renunciar a la independencia. Como digo, la independencia supone una decisión tan radical que no es racional basarla únicamente en argumentos económicos coyunturales. Los Estados, todos los Estados pasan por etapas de más y menos prosperidad y sin embargo siguen siendo los mismos Estados; no es racional replantearse los límites del Estado a cada vaivén económico. La comunidad internacional sería, además, poco comprensiva con ello. Alemania seguía siendo Alemania tras la victoria sobre Francia que propició su unidad y tras 1918, en 1940 y en 1945. Y no olvidó su unidad incluso estando atravesada por el telón de acero ¡Cuan fácil se les podría plantear a algunos que Baviera optara por separarse del resto de Alemania tras 1945! Con una historia diferenciada, un dialecto propio, habiendo sido independiente hasta setenta años antes y con la oportunidad de convertirse en un protectorado de Estados Unidos que la ocupaba militarmente! Y sin embargo no pasó nada de eso. Los alemanes eran conscientes de que con sus diferencias (que las hay entre un prusiano y un bávaro, entre un hamburgués y un habitante de Friburgo) o salían juntos del abismo o no salían.
La independencia es, por tanto, una decisión que tiene que basarse en algo más profundo que unas balanzas fiscales. Y en el caso de Catalunya hay elementos que justifican esa separación de España. Existe una cultura, una lengua y una tradición propias que tanto pueden interpretarse como una manifestación más de la pluralidad española como señas de identidad de una comunidad diferenciada y opuesta a la española. En las últimas décadas, de una forma sutil pero constante se ha ido cambiando el acento de lo primero a lo segundo de tal forma que ahora muchos catalanes sienten que el tener como lengua materna el catalán y ser partícipes de la historia y cultura catalanas lleva como corolario inevitable el rechazo a lo español. Desde luego, quien se sienta miembro de una comunidad no solamente diferenciada, sino también enfrentada a otra puede plantearse con toda la legitimidad que su comunidad forme un Estado que sea plenamente soberano. No es mi opción personal, pero soy consciente de que es la de mucha gente. A quien se lo plantee en estos términos no les preocupará que Catalunya se quede o salga de la UE, que la independencia suponga ganar o perder, que salga más cara o menos. Estos interpretan correctamente lo que supone la independencia y están dispuestos a asumirla con todos los costes que pueda implicar. Tengo algunos amigos que piensan así.
Pero, claro, estos comprometidos de la causa no son suficientes como para que una mayoría de la población vote a favor de la independencia; es preciso que otros que no comparten el mismo sentimiento, que se sienten catalanes sin dejar de ser españoles y que tienen vínculos muy estrechos con personas de otras Comunidades se adhieran también a la causa independentista. A estos va dirigido el argumento económico que ni está conveniente contrastado (por no considerar los costes de un Estado independiente, las "estructuras de Estado" que ahora están tan de moda) ni sería en ningún caso justificación suficiente para una decisión tan radical como es la ruptura y creación de un nuevo Estado. Y a estos va dirigida también esta presentación de la independencia como una cuestión casi menor, difusa en la que la pertenencia a la UE parece garantía suficiente de que nada en el fondo va a cambiar. Hay quien sostiene incluso que la independencia no debería suponer ni siquiera la pérdida de la nacionalidad española. El otro día me comentaban que todos seguiríamos siendo ciudadanos europeos aunque Catalunya no fuera Estado miembro de la UE ya que conservaríamos la nacionalidad española y por esta vía seguiríamos gozando de los beneficios de la ciudadanía de la UE. Yo planteaba ¿y si España no permite compatibilizar la nacionalidad española con la catalana (lo que sería bastante lógico; no es de recibo que un 20% de los nacionales propios sean, a la vez, nacionales de un Estado extranjero vecino)? Mi interlocutor entonces me decía que no adquiriría la nacionalidad catalana, que se quedaría con la española ¿Y esto es un independentista? ¿Alguien que quiere la independencia para seguir manteniendo la nacionalidad del Estado del que se separa? Pues Catalunya está llena de estos independentistas que solamente se explican porque se está planteando una decisión tan transcendental como es la de crear un nuevo Estado con una gran frivolidad.

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